jueves, 15 de abril de 2010

La historia de Ali Hafed. Introducción

Descendiendo, hace muchos años, el Tigris y el Eufrates, con un grupo de viajeros ingleses, me encontré bajo la orientación de un anciano guía árabe que habíamos encontrado en Bagdad. En ciertas características de pensamiento, del guía, se me parecía a nuestros peluqueros. Él pensaba que su deber era no solamente guiarnos a lo largo de estos ríos y de hacerse pagar por ello, sino y además divertirnos contando curiosas y misteriosas historias tanto antiguas como modernas, extranjeras y autóctonas. Olvidé muchas de ellas, y estoy feliz de que así sea, pero hay una historia que no olvidaré nunca.

El anciano guía tomaba mi camello por el cabestro y conduciéndolo por antiguos ríos, me contaba historia sobre historia, hasta que yo dejaba de escucharlo y no oía más. No me irritaba que entrara en cólera porque yo dejaba de escucharlo. Recuerdo que él acomodaba su turbante y lo volteaba para llamar mi atención. Yo lo veía por el rabillo del ojo, pero no lo miraba directamente por temor a que me contara otra historia. Aunque yo no sea una mujer, terminaba por mirarlo, y al instante comenzaba otro de sus recuentos.

Me dijo:- Te voy a contar ahora una historia que reservo sólo para misamigos íntimos.Cuando insistió en las palabras “amigos íntimos”, escuché, y me felicité de haberlo hecho.Le estoy muy agradecido por esta historia, pues luego dirigí un curso, que 1674 jóvenes hicieron en el colegio, felicitándose, igualmente, de haberlo escuchado. El viejo guía me dijo así, un anciano Persa de nombre Ali Hafed vivía en las proximidades del Indus. Ali Hafed poseía un gran territorio agrícola. Tenía huertas, campos de cereales, y jardines.

Tenía dinero, era rico y estaba satisfecho. Satisfecho por que era rico y rico porque estaba satisfecho. Un día, el viejo agricultor persa recibió la visita de un anciano sacerdote budista, un sabio de Oriente. El sacerdote se sentó al lado del fuego y le contó, al viejo agricultor, cómo había sido creado nuestro mundo. Le dijo que este mundo no era, en el principio, más que una nube de bruma. El todo poderoso con sus manos en esa bruma y comenzó a darle vueltas, primero lentamente, y luego, cada vez más rápido hasta que al fin, la nube en su turbulencia se transformó en una bola de fuego. Enseguida, esta bolarodó por el universo, atrayendo al pasar, otras nubes de bruma, condensando así la humedad exterior hasta que cae un torrente de lluvia sobre su superficie tórrida, refrescando la corteza exterior. Entonces, el fuego interior, borboteando hacia el exterior, atraviesa la corteza exterior y, forma montañas y colinas, valles, planicies y praderas de nuestro maravilloso mundo. Si esta masa fundida borboteaba y se refrescaba rápidamente;Una mina de diamantes bajo sus pies.

Se tornaba granito, si, menos rápidamente; Cobre; si mucho menos rápido; Plata; si menos rápido aún; Oro, y después del oro, los diamantes vieron la luz del día.

El viejo Sacerdote dijo:- Un diamante es una gota de luz solar, congelada.
Ahora bien, esto es literalmente exacto en el plano científico: un diamante es un depósito de carbono, proveniente del sol. El viejo sacerdote dijo a Ali Hafed que si él poseía un diamante tan grande como una pulgada, él podría comprar el condado, y que si poseía una mina de diamantes, podría asegurar a sus hijos sobre los reinos gracias a la influencia que le daría su gran riqueza.

Ali Hafed escuchó todo sobre los diamantes y su valor, y era un hombre pobre cuando fue a acostarse esa noche. No había perdido nada pero era pobre porque se preocupaba de temor de ser pobre. Él decía: “Quiero una mina de diamantes” y soñó con ello toda la noche.Temprano en la mañana, fue a ver al sacerdote. Sé por experiencia que un sacerdote se indispone mucho cuando se le despierta muy temprano en la mañana. Ali Hafed interrumpe al sacerdote, disipándole sus sueños y le pregunta:


- ¿Vas a decirme dónde puedo encontrar los diamantes?
- ¿Los diamantes?
¿Qué quieres hacer con diamantes?-


Pues bien, yo quiero se inmensamente rico.-

En ese caso, anda y encuentralos.
Es todo lo que tienes que hacer: anda en su búsqueda.

Ellos te seguirán.-
Pero yo no sé a dónde ir.
- Y bien, si tomas la corriente de un río a cuyo curso hay, arena blanca, y va por entre las altas montañas, encontrarás siempre los diamantes en la arena.
- No creo que existe un río así.
- ¡OH!, Sí, hay muchos. Todo lo que tienes que hacer es partir enseguida en subúsqueda. Los diamantes te seguirán a ti.Ali Hafed Respondió:- Parto enseguida.Una mina de diamantes bajo sus piesDe esta forma, vendió su finca, reunió su dinero, confió su familia a un vecino y partió a la búsqueda de diamantes. Comenzó su búsqueda, con razón en mi opinión, en los montes de la Luna. Luego, tornó hacia Palestina, erró por Europa, luego al fin, cuando hubo gastado todo su dinero, cuando estaba hecho andrajos, pobre y menesteroso, estaba al borde de la bahía de Barcelona en España, donde una inmensa mareada hecha por tierra los pilares de Hércules. El pobre hombre, afligido, sufriente, moribundo, no puede resistir la horrible tentación de lanzarse a las olas que venían hacia él. Sube hasta la cresta de una de ellas, para no volverse a levantar.

Cuando el guía me contó esta historia, ten terriblemente triste, detuvo el camello que yo montaba y tornó detrás de la caravana para sostener las maletas que se caían de otro camello. Preferí reflexionar en su historia. Recuerdo que le pregunté: “¿Por qué reservas esta historia para sus “amigos íntimos”? Parecía no tener ni comienzo ni centro ni fin, nada en absoluto. Se trataba de la primera historia que en mi vida hubiese escuchado en la que el héroe moría, en el primer capítulo. No tenía yo sino un capítulo de esta historia y elhéroe había muerto.

La mina más maravillosa en toda la historia de la humanidad.

Cuando el guía regresa a tomar el cabestro de mi camello, prosigue inmediatamente su historia, pasando al segundo capítulo, como si no hubiese hecho interrupción alguna.

El hombre que había comprado los territorios de Ali Hafed lleva su camello al jardín para darle de beber. Como el camello se inclinó hacia las profundidades del riachuelo, el sucesor de Ali Hafed nota un curioso destello de luz proveniente de la blanca arena a la orilla del agua. Retira una piedra negra que tenía un ojo tan luminoso que reflejaba todas los matices del arco iris. Lleva la piedra a la casa, la guarda bajo la chimenea central y laolvida.Algunos días mas tarde, el viejo sacerdote viene a visitar al sucesor de Ali Hafed. Desde que abrió la puerta del salón, nota el fulgor luminoso proveniente de debajo de la chimenea, se precipita y grita:

- ¡He aquí un diamante!
¿Ali Hafed ha vuelto?

- Ho, no.
Ali Hafed no ha vuelto, y eso no es un diamante.

No es sino una piedra que encontré justo allí, en nuestro propio jardín.

- Pero, insiste el sacerdote, te aseguro que sé reconocer un diamantecuando veo uno.
Estoy seguro que se trata de un diamante.
Entonces se precipitaron ambos, hacia el viejo jardín, removiendo la arena blanca con sus dedos, y he aquí que aparecieron otras gemas, más bellas y preciosas que la primera.Es así, me dijo el guía, y es la pura verdad, como fue descubierta la mina de diamantes de Golcanda, la mina más maravillosa en toda la historia de la humanidad, supera las minas de Kimberley, en Australia. El Koh-i-Noor, que adorna la corona de Inglaterra, el Orloff, el diamante más grande del mundo ostentado por la corona Rusa, y provenientes estos últimos, de la mina de Golcanda.Cuando el viejo guía árabe me contó el segundo capítulo de su historia, se levantó el turbante y lo hizo tornar en el aire para llamar mi atención sobre la moraleja. Las historias de los guías árabes, tienen todas una moraleja, aun cuando no sean ellas mismas muy morales. Haciendo dar vueltas a su gorro, me dice:-Si Ali Hafed se hubiera quedado en su casa, y hubiera examinado su propio campo de arena o en su propio jardín, hubiera sido el poseedor de las “minas de diamante” en lugar de sufrir la extrema pobreza, el hambre y terminar suicidándose en un país extranjero. Pues cada hectárea de esta vieja finca, sí, cada milímetro de tierra, ha provisto desde ese entonces de piedras tan preciosas que, han adornado las coronas de los monarcas.

Cuando el viejo árabe contó la moraleja de su historia comprendí por qué la reservaba para sus “amigos íntimos”.

Pero no le dije que yo lo había comprendido. Era la manera como el viejo árabe osaba decir lo que no se atrevía a hacer directamente; él tenía enfrente de sí, un joven hombre que recorría el Tigris y que, en su opinión, estaría mejor en casa, en América.

No le dije que lo había comprendido. En revancha, le dije que su historia me recordaba otra y que yo se la contaría rápidamente pues se la quería compartir.

Fuente:
Una mina de diamantes bajo sus pies
Por Russell H. Conwell

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